Un conflicto partitocrático, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias (virtual…)

10 May, 2012

EL OJO DEL TIGRE

El reciente fallecimiento de don Sergio Marqués, expresidente del Gobierno del Principado de Asturias durante el periodo 1995-1999 –el único Gobierno del PP en la autonomía asturiana desde la proclamación de esta democracia de representación y no de participación– devuelve a la actualidad autonómica un disparate político que puso en entredicho (injustamente) la honorabilidad del señor Marqués como persona y como personalidad con responsabilidades publicas, al mismo tiempo que provocaba una grave desestabilización en el poder de esta ambigua autonomía. Aquel suceso –contemplado, hoy, desde la distancia del tiempo transcurrido desde su inicio: catorce años-  quizás fuera el prologo de la actual conflicto político, introducido de nuevo en esta sociedad por la misma razón que inspiro, en 1998, la boutade del mismo oligarca de la derecha representada por el PP. El expresidente Marqués fue victima de un sistema político oligárquico que no esta explícitamente reconocido pero que funciona perfectamente desde que el régimen de partido único –de inspiración totalitaria– fuese sustituido por el actual sistema dual de partidos, que bipolarizan el poder de esa alegría de la huerta que es la democracia española.

En el caso de la brutal envestida al Gobierno que presidía don Sergio Marqués, el poder oligárquico personalizado de su partido no solo destruyo arbitrariamente su personal carrera política, sino que, además, desequilibró la balanza democrática en la que, hasta ese momento, se ponderaban los diversos poderes políticos que intervenían en el proyecto de progreso democrático para esta comunidad autónoma. A partir de aquella boutade, el juego democrático que, teóricamente debería de ser plural, se quedó reducido a un simple acto de sumisión a los caprichos de unas oligarquías que –por mucho que juraran su sumisión a los principios democráticos– siguen conservando el viejo e histórico vicio del poder personal absoluto.

Así se remató el lamentable ataque al presidente del Gobierno del Principado en los años finales de los 90 del siglo pasado: difamándolo, expedientándolo y expulsándolo de su propio partido en el que militaba desde el principio del mismo; es decir, cuando todavía se llamaba Alianza Popular (1977), hasta su reconversión en lo que hoy es el Partido Popular (PP). El señor Marqués seria su vicepresidente en Asturias (1993-1995) para, después, asumir la responsabilidad de ser candidato de su partido a la Presidencia del Principado en las elecciones autonómicas de 1995, por deseo personal e imperativo del señor Alvarez-Cascos.

Las castas oligárquicas de los partidos, cuyos miembros se suceden así mismos, y cuando es imprescindible su propia supervivencia en los staff orgánicos, de vez en cuando suelen admitir en sus cotos privados a nuevos ejecutivos mediante unos métodos de selección muy restrictivos, primando especialmente la lealtad incondicional al personaje fundamental. El poder de la democracia española está sometido a estas castas; es decir, al poder personal de los oligarcas de los actuales partidos que como es bien sabido, son dos pero que, en la práctica del régimen dinástico español se comportan como si fueran uno solo.

Cuando el poder oligárquico hace imposible la practica de la democracia prometida (plural, participativa, partidaria del juego limpio…) solo queda tres opciones: a), resistirse contra la violencia dialéctica de los santones del partido; b), crear otro partido que, en realidad, nunca pasara de ser un pequeño club político para intentar sobrevivir; c), salir en busca de la sociedad civil para intentar reingresar en ella, cosa nada fácil puesto que la sociedad civil se ha diluido en el inmenso océano de los intereses personales, insolidarios, egoístas y frecuentemente egotistas. Esto ultimo, quizás como reflejo del egotismo que rezuma el poder oligárquico de los supuestos jefes políticos. El señor Marqués intentó la salida b). Fundó su propio partido: Unión Renovadora Asturias (URAS), con el que consiguió resistir la embestida brutal del oligarca obteniendo una minoritaria representación parlamentaria en la Junta General durante la legislatura 1999-2003. Luego se le apagó la voluntad de permanecer, contra viento y marea en la vida política activa, se refugió en un discreto escepticismo y optó por recuperar su profesión civil: la abogacía.

Pero todavía tuvo la oportunidad de contemplar, desde la distancia, el desarrollo del capitulo siguiente de su tiempo revuelto, iniciado hace casi tres lustros por un oligarca que prefería un partido sin gobierno que un gobierno sin partido. Curiosamente, la misma idea que tuvo –hace muchísimos años– un presidente norteamericano (Thomas Jefferson), pero en donde el oligarca defenestrador habla de partido, el histórico presidente norteamericano hablaba de periódicos.

Si el actual culebrón autonómico (made in PP) se prolonga un poco mas, es posible que el actual presidente en funciones de Asturias le aporte a la pequeña historia de Asturias, como el mismo suele decir, otro eslogan a la medida de sus intereses personales: Vale más un solo partido sin democracia, que una democracia con partidos. Por falta de ingenio retórico no se va a impedir que se prolongué el turbio problema creado en Asturias por el poder fáctico de los eternos oligarcas de la derecha posfranquista. Pero aquí no es retórica lo que se necesita, sino sentido común. Fair play y mucha democracia real.

Lorenzo Cordero. Periodista

La burbuja digital, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias (virtual…)

3 May, 2012

El ojo del tigre

La irreparable pérdida de La Voz de Asturias -quizás el último icono del periodismo dialéctico y crítico que les quedaba a los asturianos- es el síntoma más evidente de la decadencia del periodismo clásico en este país, como consecuencia directa de la irresistible presión de la tecnología utilizada como instrumento fundamental de la industria de medios de comunicación de masas, y, sobre todo, como nuevo instrumento para el ejercicio del monopolio de la información. Más de uno pensará que, en plena euforia creativa de las llamadas redes sociales, el simple hecho de la desaparición de un medio histórico de la prensa escrita -en medio de esta tremenda proliferación de medios en la Red- no se notará en esta nueva sociedad fascinada por el moderno periodismo digital: la información inmediata, continua y en tiempo directo suple al antiguo periodismo escrito. Para ellos, el periodismo digital es un avance incuestionable de la civilización.

Empieza a estar en desuso la información veraz, contrastada y contada por los periodistas clásicos, rehenes de la ética profesional. Incluso se está perdiendo el interés por poder contar con un periodismo de pensamiento, crítico y ponderado; un periodismo intelectualizado, lo suficientemente alejado del vértigo por la prisa por difundirlo y lo bastante aproximado a la razón para considerarlo como el fiable periodismo del razonamiento lógico. Teníamos entendido que el periodismo era la suma de la razón más la ilustración. Hoy, sin embargo, priman la inmediatez y lo emocional como elementos esenciales de los medios. Probablemente, el ejemplo más claro lo tenemos con la televisión: un medio en el que fundamentalmente predomina la necesidad de captar una audiencia masiva acelerando las emociones de sus telespectadores. Esa necesidad dominante requiere la marginación del derecho a saber para agitar los sentimientos emocionales de los supuestos ciudadanos.

Es posible que esa sea la clave para comprender las razones que impulsan a los creadores de los llamados programas de entretenimiento social, que son, sustancialmente, programas para el alienamiento social.

Los periódicos hace mucho tiempo que dejaron de ser la consecuencia de la necesidad romántica de la política, utilizándolos como vehículos de las ideologías, para convertirse en un negocio en el que la noticia es, esencialmente, un producto destinado a su venta.

El pasado 27 de abril (2012), se celebró en Madrid un debate sobre el presente y el futuro del periodismo. El foro fue organizado por The Paley Center for Media, una organización (¿independiente?) que se reúne para analizar el sector para la industria para los medios de comunicación. Una de las conclusiones que originó este debate fue que, ante la severa crisis que sufre el periodismo escrito -como consecuencia de la enorme burbuja digital en que se ha convertido, y el indiscutible fenómeno que supone la irrupción del ciudadano reportero en las redes sociales- lo que se necesita -opinan- es la reinvención del periodismo. Esta especie de transición industrial del periodismo es algo que se empezó a plantear hace, aproximadamente, una década y media. En la segunda mitad de la década de los años 90 del pasado siglo XX, ya se empezó a tomar en serio la crisis del periodismo tradicional. Para entender lo que ocurre actualmente en el periodismo español le recomiendo la lectura de un extenso y profundo análisis publicado, por primera vez en mayo de 1998 -hace catorce años- con el título La tiranía de la Comunicación (Editorial Debate. Madrid,1998), cuyo autor es Ignacio Ramonet, director del periódico mensual Le Monde diplomatique.

Uno de sus capítulos se refiere al periodista profesional de hoy. Empieza así: Si nos preguntamos acerca de los periodistas y de su papel en la actual concepción dominante del trabajo informativo, podemos concluir que están en vías de extinción. El sistema internacional ya no los quiere. Hoy puede funcionar sin periodistas o, digamos, con periodistas reducidos al estado de un obrero en cadena, como Charlot en los Tiempos Modernos

Ese es el riesgo que gravita sobre las cabezas de los periodistas. Sobre todo desde que la burbuja digital les permite a los Mercados controlar a los medios, determinar sus funciones, saturar la sociedad de información hasta el punto de atrofiarla para conseguir controlarla y manipularla en su propio beneficio. Quien domina a los medios, domina a la sociedad.

La Voz de Asturias es la más reciente cabecera histórica víctima de los Mercados. Había sido en dos épocas anteriores -durante la Dictadura de Primo de Rivera y, después, en los tiempos de aquel general superlativo que practicaba místicamente el totalitarismo…- un periódico razonadamente crítico, mientras otros medios se sometían sumisamente al poder dominante. En ambos momentos históricos, sobre este periódico -típico de la sociedad industrial- llovieron sanciones administrativas graves y castigos a sus profesionales más significados con la idea de compromiso con la sociedad. A partir de 1965, La Voz de Asturias fue un periódico significado por su tenaz voluntad de servicio a las libertades democráticas -entonces en cuarentena…- En aquella época, como en épocas anteriores, la lectura en público de un periódico les servía a muchos para encasillar políticamente a los ciudadanos lectores. Hace unos cincuenta años quienes leían La Voz de Asturias eran ideológicamente, rojos

Esa absurda manía de calificar políticamente a los ciudadanos atendiendo al periódico que compran y que leen, no es de este tiempo. Viene desde muy lejos. En 1910, hubo en Ribadesella -mi villa natal- un cura párroco que, durante uno de sus sermones dominicales, les dijo a sus feligreses: Cuidad vuestras lecturas. Sobre todo, la de los periódicos. En algunos de ellos escribe Satanás. Os advierto esto para que esteis atentos, porque San Pedro no le abrió las puertas del Cielo a un feligrés por llevar El Noroeste en el bolsillo

Lorenzo Cordero. Periodista.

Merkel duda, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias (virtual…)

26 abril, 2012

El ojo del tigre

Parece ser que la canciller alemana Angela Merkel -una versión centroeuropea de aquella británica dominante, llamada –Margaret Thatcher- empieza a darse cuenta de que su teoría sobre la necesidad de imponerse una austeridad superlativa, para rectificar el rumbo (supuestamente) despilfarrador de los países subalternos de la Europa Comunitaria, no es la correcta. No sé si esta rectificación orgánica de la severa administradora germánica se le habrá ocurrido a ella o si, por el contrario, se trata de una rectificación de su regla de hierro -impuesta a los más débiles de la Comunidad del euro- o si está inducida por las emergentes dudas que, sobre su receta para reordenar la economía de los países secundarios de la Unión Monetaria Europea, empiezan a minar el liderazgo europeísta de la citada señora Merkel. Probablemente, del ama de llaves del capitalismo made in USA, encargada de controlar a una de las principales colonias económicas y políticas (Europa Occidental) de los Estados Unidos, en donde, por cierto, le fue muy fácil, a mediados del siglo pasado, colocar sus dólares de papel (billetes) como si fueran oro auténtico.

En este país, llamado España, las órdenes de doña Angela (pronuncie doña Ánguela…) Merkel fueron seguidas y cumplidas al pie de la letra, como si se trataran de órdenes dictadas por aquel general español y germanófilo durante la Segunda Guerra Mundial; el cual, sentía por el señor Hitler tanta devoción como por Santiago Apóstol. O más.

Ahora, cuando llega al poder tan sólo hace unos meses -un partido político de la eterna derecha carpetovetónica- la que sobrevivió a los recortes semidemocráticos de aquel fenómeno sociológico bautizado con el nombre de Transición, para poder inscribirlo en el Registro Nacional de la Historia Sagrada de España, las sibilinas sugerencias decretadas por la canciller de hierro se interpretaron, aquí, como si se trataran de mandatos franquistas: ineludibles e inevitables; sobre todo, para llevarlos a cabo al pie de la letra y sin excusa ni pretexto alguno El (bisoño) Gobierno, que preside Mariano Rajoy -maestro cortador…- puso su devota obediencia al poder autoritario, al servicio de las divinas tijeras apocalípticas que le administró el aparato logístico de la inefable señora Merkel, que ya contaba, en aquel momento, con la alegre compañía del presidente francés, monsieur Sarkozy, experto en enhebrarle la aguja de coser obediencias ciegas a los pliegues de las austeras faldas de la administradora de la Comunidad Europea.

Tanto empeño puso la derecha hereditaria del Movimiento Nacional -el partido único de aquel general (ísimo)- que, hoy, los españoles podemos reprocharle al Gobierno de la mayoría absoluta posfranquista el hecho de habernos despojado de los derechos básicos -imprescindibles- que contenían la Educación y la Sanidad pública y universal, con el pretexto de salir de la crisis y empezar a crear empleo.

Con el recorte puro y duro en la Educación dejan a la intemperie el principio fundamental de la democracia: la igualdad de oportunidades. Y con el tijeretazo y tente tieso a la Sanidad se añade un disparate más: los viejos estorban, son una pesada carga social y, además, consumen demasiados fármacos…

Estas reformas -eufemismo de recortes-, y éstos, a su vez, eufemismo de liquidación radical de derechos sociales adquiridos no sin la sangre y lágrimas de las clases más desfavorecidas de la sociedad, parecen estar inspirados por el neofascismo que subyace en el inconsciente colectivo de este país.

Este país, que para nosotros, mayoritariamente covadonguistas a ultranza, se llama España gracias a Covadonga, y, desde hace varias décadas, también a Jovellanos (el Ortega y Gasset del siglo XVIII), este país, repito, ha vuelto a caer en la misma trampa que cayó en 1936, cuando un viento asolador procedente de Centroeuropa trajo hasta aquí los consejos de un tal Adolf Hitler. Aquel mentor de la época puso también en las manos de sus súbditos hispanos unas enormes tijeras para que las usaran para cortar las cabezas de una izquierda republicana y obrera. ¿Será capaz esta derecha, viciada por la historia que el franquismo elaboró a brazo, de identificarse, ahora, con el grupo de europeos que discrepan del imperialismo capitalista que plancha, todos los días, la señora Merkel? Pregunto.

Lorenzo Cordero. Periodista.

Paquidermos, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias (virtual…)

19 abril, 2012

El ojo del tigre

En la historia de estos treinta y cinco años -contados a partir de aquel happening transitivo de las elecciones generales del 15 de julio de 1977- hay dos protagonistas excepcionales: un par de paquidermos. El primero, un tal Elefante Blanco cuya inminente presencia prometió el coronel Tejero durante su inolvidable safari golpista en el Congreso de los Diputados -el ya mítico día 23-F de 1981-, pero que no llegó nunca a hacer acto de presencia; lo cual dañó aquella fantasía golpista del hombrecillo verde que invadió el Congreso y dejó, para siempre, una tremenda duda incrustada en el subconsciente colectivo de la opinión pública española: ¿quién era aquel paquidermo que, según Tejero, iba a aparecer de un momento a otro en el Hemiciclo seguramente para ponerle su pata del lado derecho sobre la cabeza de la neonata democracia, fruto del parto electoral de julio de 1977? Precisamente, de la democracia refrendada popularmente tan solo tres días antes de cumplirse cuarenta y un años de otra fecha de la mitología nacionalcatólica: el 18 de julio de 1936. El Elefante Blanco se quedó en una simple metáfora españolista acompañada de un largo rosario de sospechas acerca de la verdadera personalidad pública que ocultaba aquel singular paquidermo.

Ahora, un nuevo paquidermo -esta vez, gris…- irrumpe en la actualidad política de esta flexible democracia. De él no podemos decir lo mismo que decíamos del misterioso paquidermo anunciado por el audaz Tejero porque, en esta ocasión, sí se conoce su imagen real (lo de real no tiene doble intención…), puesto que la tribu mediática ha difundido urbi et orbe su imagen, en la que se le ve tal cual es, caido de bruces, apoyando su hocico sobre la áspera corteza del tronco de un árbol en la selva sudafricana, en un país llamado Botsuana, después de haber sido abatido con los tiros de un rifle por otro elefante sagrado -el monarca español-; al cual, en otro momento, algunos de sus malpensados súbditos pretendían adjudicarle el protagonismo zoológico de aquella metáfora paquidérmica anunciada por el ya citado organizador del safari llevado a cabo en el Hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo (Madrid), hace tres décadas y pico.

Si el fantasmal elefante anunciado por el coronel golpista Tejero -después de gritarles a los diputados su famosa sugerencia: ¡Se sienten, coño!– pudo haber alterado definitivamente la naturaleza de la democracia de la flexibilidad política actual, si se hubiera producido su presencia, con este otro elefante real de Botsuana los republicanos emocionales -es decir, los neorrepublicanos actuales- parece ser que confían en que se precipite, urgentemente, la caída del poder dinástico de los nuevos borbones para abrirle el paso a la tercera república que espera detrás de la puerta. Si verdaderamente ocurriera así, con esa inusitada facilidad -cosa que no es probable-, se podría decir que la tercera república, sustituyendo a la Monarquía del Movimiento Nacional, sorprenderá incluso a los propios neorrepublicanos que la esperan sentados. Lo mismo que confesó Pi y Margall a propósito de la proclamación de la Primera República en 1873. Algo que también ocurrió con la súbita llegada de la Segunda República el 14 de abril de 1931.

Pero, en este momento, no es posible asegurar que estamos en vísperas de producirse otro santo advenimiento de La República, como algo sorprendente y, a la vez, inevitable. Quienes optan por abusar de su personal euforia neorrepublicanista para intentar acelerar la necesidad universal de la inmediata proclamación de la tercera república, se olvidan -o lo ignoran- de algo fundamental: la mala educación democrática con la que ha sido educada -tras la derrota de la Segunda República- la actual sociedad española. Ha sido una educación política improvisada sobre la marcha de los acontecimientos de la urgente construcción del tinglado orgánico de la la Transición (de la ley, a la ley), sin haber renunciado radicalmente al escolasticismo nacionalcatólico del etéreo Movimiento Nacional. Y, lo cual es mucho peor, sin haber refutado públicamente los fundamentos historiográficos con los que el fantasmal franquismo (si le suena mal este término, sustitúyalo usted mismo por el fascismo español. Gracias) contaminó la inteligencia activa de la democracia de estas tres últimas décadas y media.

En el subconsciente de la opinión pública actual, todo lo que se refiera a lo netamente republicano -igualdad de oportunidades; moral social; laicismo; libertades democráticas; sufragio universal y secreto, sin manipulaciones interesadas (por ejemplo, las listas electorales cerradas), etcétera, etcétera…- suscita recelos políticos y, en algunos casos, incluso rechazos supuestamente morales. Es la consecuencia de la mala educación democrática recibida durante los últimos setenta y tres años en los que, cínicamente, lo que predomina en el discurso político civil es la hipocresía democrática inculcada por la escolástica de la manipulada Transición.

Desconozco cuantos elefantes serán necesarios para provocar la sustitución de una monarquía artificial por una república de naturaleza democrática. Ni tengo claro si La República (es decir, la cultura política sin adjetivos ni aditivos ideológicos de origen desconocido…) exige un número determinado de elefantes para poder asegurarle su estabilidad institucional. Pero no creo que La República sea un espectáculo circense, tal como parece serlo esta flexible democracia (liberal y de las JONS), que tantos paquidermos necesita para mantener activo su espectáculo.

Lorenzo Cordero. Periodista.

La República sin prisas…, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias (15-04-2012)

12 abril, 2012

El ojo del tigre

En Junio de 1974, el profesor de la Universidad de Harvard (Massachusetts. USA) don Juan Marichal publicaba un pequeño volumen en el que recopilaba algunos ensayos políticos, que ya habían visto la luz en otras publicaciones -como, por ejemplo, la revista Mañana editada en París hacia los años 60-, dos o tres discursos resumidos, como el que había pronunciado en la Community Church de Nueva York durante una velada conmemorativa de la Segunda República Española, celebrada en la primavera de 1964, así como también otro texto de otra intervención suya a propósito de otra ceremonia conmemorativa, organizada por las Sociedades Hispanas Confederadas de Nueva York en 1974. Releyendo este interesante libro, uno se da cuenta de la enorme falta de perspectiva política que, en aquellos años previos al Gran Óbito, tenían muchos españoles -la inmensa mayoría- que habían perdido la Guerra Civil, en 1936. O, quizás podríamos decir el enorme entusiasmo que despertaba en ellos la posibilidad de sustituir el régimen de la dictadura por una democracia.

Recuérdese, por ejemplo, el contagioso optimismo con el que la izquierda -solapada, hasta ese momento- fueron recibidas las elecciones democráticas del 15 de julio de 1977; considerándolas como la expresión más sublime de la libre voluntad popular. Si se hubiera podido ver el revés de aquel histórico momento, probablemente la euforia se hubiera convertido en cautela. El celebrado tránsito de la dictadura totalitaria franquista hacia una democracia de participación social se había enfriado lo suficiente como para comprender que la realidad de aquel milagroso tránsito encerraba serias condiciones; las suficientes para embridar el entusiasmo popular. Porque la mítica Transición no tuvo nada de espontánea, y si mucho, en cambio, de cuidadosas tutelas interesadas en que ni la República ni la izquierda obrerista encontraran un sitio libre en aquel espacio democrático, que les abría a los españoles la puerta, de par en par, a la Democracia. Efectivamente, todo había sido atado y bien atado

El profesor Marichal, al comienzo de su ensayo Nueva apelación a la República -título inspirado en el de un folleto editado con un texto de don Manuel Azaña, en 1934, en donde decía, entre otras cosas, que entre los derechos humanos que el liberalismo proclama y las funciones que la democracia crea hay una correspondencia terminante, clara…,- el profesor Marichal se planteaba cuál debía ser su deber, como republicano, en el tránsito hacia la España del futuro próximo. Y advertía que uno de los partidos históricos de la Segunda República ya había resuelto el problema para sus militantes dándoles la consigna de la llamada reconciliación nacional y pidiéndoles que aceptaran una nueva restauración monárquica. Señalaba directamente al PCE, liderado en aquella época por don Santiago Carrillo. Marichal creía que esa restauración tendría como actor principal a don Juan de Borbón. Pero se equivocaba, como se equivocaba también dando por hecho que, en la España de los años 70, en el siglo XX, había en este país varios millones de republicanos.

Los republicanos que sobrevivieron, en el interior, a la represión del dictador fascista no fueron tantos millones, y los republicanos actuales -salvo excepciones- lo son por un compromiso estrictamente sentimental. Si República y Democracia son sinónimos -y yo creo que lo son-, una vez descubierta la calidad de los demócratas actuales, nos daremos cuenta de que las garantías ideológicas de ese hipotético republicanismo español son muy dudosas. Tan dudosas como lo son, en estos momentos los avales políticos de la vigente democracia.

Tal día como el de ayer -14 de abril-, en 1931 (hace nada menos que ochenta y un años), si se produjo un milagro político: la Segunda República. Su proclamación denotaba la vocación democrática de aquellos españoles que salieron a la calle para exhibir su auténtico republicanismo. Es decir, su vocación democrática. Sin embargo, si hoy dicen que ocurrirá lo mismo que ocurrió con la Transición: que mañana por la mañana nos levantaremos todos republicanos (demócratas), tal como en la mañana del 15 de julio de 1977 se levantaron cientos de españoles para votar por la democracia -muchos de los cuales, en la noche anterior se habían acostado siendo franquistas inasequibles al desaliento– proclamando a los cuatro vientos su democratismo, tomaré serias medidas de precaución para evitar caer en la misma trampa que fue la democratización súbita de una sociedad contaminada, gravemente, por los detritus de un totalitarismo primitivo… El cual, ni aunque se disfrazara de lagarterana podría convencernos de su pureza democrática.

Hasta que se produzca ese milagro ideológico -le advierto que no creo en los milagros…- procuraré que no se me contagie la tremenda epidemia sicopatológica que sufre, en estos momentos, la Autonomía Asturiana, y, al mismo tiempo, intentaré que la soberbia neoliberal, que tiene atrapada a España sin remisión, no me reclute como si fuera un letón para aplaudir al Gobierno de Rajoy.

Lorenzo Cordero. Periodista.

La tijera, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias (08-04-2012)

5 abril, 2012

El ojo del tigre

El más reciente tijeretazo del Gobierno de Rajoy ha dejado temblando a esta santa región, cuyo futuro es tan incierto como lo está siendo su presente. A la histórica crisis que arrastra Asturias, encadenada a su alma, hay que añadirle, ahora, la endémica crisis que manipulan los mercaderes de la Comunidad Europea. Desde que, aquí, decidieron cambiarnos la minería y la siderurgia por los cromos de la democracia liberal, el futuro se nos ha caido al otro lado del horizonte. Hace poco más de treinta años que nos distraemos intercambiándonos los cromos de la democracia en el mercado electoral. Intentamos resolver el gran problema de nuestro porvenir confiándoles el presente a los milagreros de la política. Por lo visto, buscamos la solución más cómoda, para nosotros, confiándoles a los partidos políticos la severa responsabilidad de salvarnos del naufragio definitivo, mientras nos hundimos un poco más todos los días.

Creo que uno de los más graves errores cometidos por la sociedad asturiana ha sido delegar sus propias responsabilidades, como sociedad civil, en la inteligencia política.

Hace unos cuarenta años, un antiguo gobernador civil de Asturias opinaba que la sociedad regional debe descubrir sus paradojas y empezar por analizar el porqué de sus desequilibrios. Quien opinaba así era uno de aquellos gobernadores civiles de los que, según decía el profesor García de Enterría, no habían superado la fase de su configuración como agente político… Aún así, Francisco Labadie Otermin se había destacado por su sentido común. Cuando dijo aquello de descubrir sus paradojas ya ocupaba un destacado puesto en el escalafón de consejeros nacionales del Movimiento, (partido único). Analizaba la situación de Asturias, en aquella época (octubre de 1973) ante un grupo de periodistas del diario Pueblo; los cuales, antes habían anotado en sus cuadernos lo siguiente: Asturias es la primera región española en producción de carbón, lingote de hierro, acero, laminados de zinc, aluminio, y una de las cuatro primeras en energía eléctrica. Pero insistía en advertirles que los asturianos necesitaban descubrir sus paradojas para, después vender la atomización de problemas, y de puntos de vista, para poder crear una auténtica conciencia regional.

Un poco antes de aquella atinada reflexión del ex gobernador civil, hacia 1970, se había hecho público un extenso análisis de la siderometalurgia asturiana realizado por el Nederlands Economisch Institut (NEI) dirigido por el Dr. Leo H. Klaasen, cuyo estudio había sido financiado por la O.C.D.E. (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) y la Diputación Provincial de Oviedo contando con la colaboración científica de la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (SADEI), fundada en 1966. Dicho estudio se conoció como el Informe Klaasen. En él, entre otras cosas , se decía que Asturias vive, en parte, la situación de una colonia. Las materias primas (acero) se exportan hacia la metrópoli, donde son transformadas para su mercado.

Recomendaba intentar atraer a Asturias los estudios ulteriores de transformación, Y calificaba a la economía asturiana como muy abierta y depende en gran medida de las importaciones y exportaciones. Concluía: La economía asturiana es estrecha. Esta propiedad (…) se debe al elevado grado de especialización, por un lado, y al pequeño volumen del propio mercado, por el otro.

Esto, son sólo dos ejemplos de la inmensa cantidad de análisis, estudios, opiniones, etc., que, a propósito de la economía asturiana, se hicieron públicos en la década de los 60 y los comienzos de los años 70, del siglo pasado. No estaba, entonces, Asturias huérfana de ideas, análisis, recomendaciones y consejos para intentar mejorar su economía. Pero vistos los resultados, parece ser que sólo sirvieron para inspirar a los juglares del grandonismo asturiano.

La economía regional nunca pasó de ser estrecha… Ni Asturias pudo liberarse de ser una mítica leyenda periférica, con una agricultura llena de defectos estructurales, de explotaciones antieconómicas, una ganadería estancada y un sector pesquero siempre a medio desarrollar. ¿Quién le falló a Asturias? ¿El trabajo o el capital? No sabe, no contesta.

Lorenzo Cordero. Periodista.

Metalenguaje, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias (01-04-2012)

29 marzo, 2012

El ojo del tigre

En enero del año 1998 -como quien dice: ayer mismo por la tarde…- en la Universidad de la Laguna (Tenerife) se celebró un homenaje a la revista Triunfo, que había sido uno de los iconos mediáticos de la prensa antifranquista; un referente indispensable para la crítica intelectual del régimen de aquel general que tenía una voz que sonaba como la música de una ocarina. Triunfo empezó siendo una revista de crítica cinematográfica. Su primer número se publicó en el año 1962. Pocos meses después ya era una publicación de crítica política. Durante una semana, Triunfo resucitó testimonialmente en la Universidad tinerfeña. Una exposición de sus antiguas portadas y los testimonios de algunos de sus más notables colaboradores contribuyeron a recuperar para la memoria del periodismo antifranquista una de las revistas de mayor prestigio mediático en una época en la que el régimen de aquel general superlativo empezaba a deslizarse por la pendiente de su inevitable ocaso imperial.

Triunfo consiguió su máxima popularidad cuando acertó a plantear la búsqueda de la libertad de expresión como el principio inexcusable para, a partir de esa libertad, alcanzar el resto de las libertades que habían sido secuestradas por el régimen dictatorial.

Ese compromiso les exigió a sus colaboradores arriesgar hasta el límite de lo posible su propio estilo de expresión. Tuvieron que afinarlo tanto, para evitar la implacable censura, que lograron crear un metalenguaje con el que les fue posible comunicarse con sus lectores más agudos. En poco tiempo, estos consiguieron traducir aquellos circunloquios y guiños -inevitables para pasar la aduana de los censores- en el mensaje real que les querían transmitir los periodistas.

Aquel metalenguaje, que servía, como digo, para burlar la censura, no fue de uso exclusivo por la revista Triunfo, sino que se había extendido por el ámbito periodístico de aquella época. Ni tampoco se podía considerar una peculiaridad española del periodismo heterodoxo, sino que, ya en tiempos de Mussolini, en Italia se habían hecho famosos algunos periodistas por su metalenguaje antifascista. Entonces, los italianos -como después los españoles- ya tenían sus lenguas almidonadas para que hablaran sin flexiones.

Se cuenta que uno de los más populares periodistas antifascistas italianos, cuando se normalizó democráticamente la sociedad italiana, no acertó a desprenderse de aquel hábito de enmascarar sus ideas, y acabó ignorado por los lectores que antes lo habían adorado.

En la hemeroteca de este periódico se pueden encontrar también numerosos ejemplos del periodismo del absurdo, textos escritos en un metalenguaje que permitía salvar los obstáculos de la censura durante la década de los 60. Con ese metalenguaje, LA VOZ DE ASTURIAS alcanzó una popularidad indiscutible. Esa habilidad para sortear los obstáculos de una censura implacable podría considerarse como un rasgo de ingenio -que lo es-, pero su uso también genera una tristeza, como es la tristeza de no poder usar abiertamente el idioma propio, cuando es ese idioma un signo más del derecho a la libertad de expresión.

Uno siempre creyó que el pluralismo del pensamiento es el mejor medio para aprender a entendernos entre todos. Sin embargo, la realidad demuestra que no siempre puede ser así sino que también hay quienes le ponen fronteras al idioma con el que expresamos nuestros pensamientos.

Aquel mítico metalenguaje solía estar acompañado por un hábito poco deseable: la autocensura. Si el metalenguaje constituía el indicio de un ingenio poco común, la autocensura descubría el miedo. Un miedo razonable en aquel tiempo. Hoy, sin embargo, ese hábito de censurarse a sí mismo -algo frecuente todavía…- sólo sirve para viciar el uso del derecho a la libertad de expresión.

Cuarenta años de pedagogía franquista ha dejado una profunda huella en la inteligencia española. Esto es grave. Y lo es mucho más si los recuerdos de aquella pedagogía totalitaria no se pueden borrar con una rotunda y eficaz pedagogía democrática. Quizá esto explique el porqué resulta tan difícil entendernos en la pluralidad de los pensamientos. ¿Acabaremos amparándonos, otra vez, en el metalenguaje de los años 60…?

Lorenzo Cordero. Periodista.

¿Bueyes o toros…?, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias (25-03-2012)

22 marzo, 2012

El ojo del tigre

Decía don Álvaro de Figueroa y Torres, más conocido como conde de Romanones, que más fácilmente que a una pareja de bueyes se conduce a un pueblo; pero, ¡ay del conductor si los bueyes recuerdan que fueron toros! Desde hace, poco más o menos, tres cuartos de siglo los asturianos -como el resto de los españoles- son conducidos por los oligarcas políticos de turno como si fueran bueyes… El más reciente ejemplo es que a última hora de esta tarde -domingo, día 25 de marzo de 2012- concluirá otro acarreo de votos desde la conciencia -o la conveniencia- de uno mansos electores que han decidido cumplir con el deber de votar por enésima vez en las urnas de la democracia… Los sabios ideólogos del sistema suelen decir que el hecho de facilitar el deber de votar es una prueba del respeto que le tienen las castas oligárquicas, que monopolizan el poder político, al derecho que tienen los ciudadanos (¿haylos…?) a participar democráticamente en la organización de la vida pública.

Lo cierto es que, una vez más, la ciudadanía asturiana se ha dejado conducir, como excelentes y dóciles bueyes que son sus individuos, hasta las urnas. En esta ocasión, y como casi siempre ocurre, para contribuir a salvar a Asturias. Qué menos…

Pero el próximo jueves, día 29 de marzo de 2012, esa misma manada de bueyes tendrá la oportunidad de recordar que, en otro tiempo, habían sido toros antes que bueyes. Las urnas serán sustituidas por las pancartas -fenómeno sociológico que detesta la derecha carpetovetónica, menos cuando se trata de manifestarse en defensa de la Familia…– anunciando la huelga general y las razones de la misma. La clase obrera -o lo que queda de ella- expresa públicamente su rechazo a la truculenta reforma laboral por las graves consecuencias que les impone esa medida adoptada por el Gobierno recién estrenado por la derecha posfranquista; la cual, le supone a la clase obrera un duro castigo social y laboral. Al parecer, para contrarrestar los efectos negativos de una epidemia gripal generada por los adictos a la especulación financiera en el capitalismo occidental.

En el breve espacio de tiempo que va desde esas nuevas elecciones democráticas typical spanish, que concluyen hoy, hasta la celebración de ese histórico ritual obrerista -prácticamente olvidado-, que es una huelga general, los asturianos tendrán la oportunidad de decantarse por una de estas dos opciones vitales: ser obedientes y mansos como bueyes o, por el contrario, recordar en voz alta que no han olvidado que, en otros tiempos no tan lejanos, fueron unos ciudadanos con derecho a protestar siempre que sus derechos sociales y laborales peligraran. Es decir, reclaman sus derechos a ser toros…

La pregunta podría ser inevitable: ¿Los asturianos deben ser siempre mansos votantes, cuando la derecha lo exija, o, tal vez, deberían reivindicar, sobre todo, el reconocimiento de sus intereses de clase…? Porque, durante muchos años -principalmente, durante el tiempo que duró el providencialismo que imponía la dictadura militar (1939-1975)- fueron reducidos a la simple condición de bueyes, amansados por el látigo orgánico del poder y por el miedo a las represalias, que no consistían, precisamente, en simples pellizcos de monja… La tragedia consiste en el hecho de haber sido obligados a ser bueyes por la fuerza. Pero el problema -ahora- es el no haber intentado, tras el ocaso de la dictadura, la recuperación de aquel histórico espíritu de clase obrera que caracterizó a la izquierda española. Quizá, hace poco más de tres décadas pudo haber sido más fácil que hoy – o menos utópico…- recuperar aquella antigua condición de clase. Entonces, aún vivían algunos de aquellos que no habían sido amansados por los teólogos del españolismo radical. Probablemente, porque los conceptos ideológicos que, entonces, usaba el nuevo Estado, para apuntalar su estructura política aún no habían fraguado definitivamente como el hormigón armado -y nunca mejor dicho- de los nuevos constructores del Estado de Derechas (ojo: dice Derechas, no dice Derecho) que acabó siendo este país.

Así empezó a ser reeducada la histórica izquierda española, para instalarla, como si fuera una manada de bueyes, en la teología política de un sistema que acabaría llamándose, simplificado, franquismo. La izquierda -o lo que quedó de ella- de clase obrera ha perdido, desde aquel tiempo, los hábitos ideológicos y los tics políticos que la habían caracterizado hasta los años treinta del siglo XX. Incluso ha perdido su auténtica conciencia de clase para dejarle sitio al razonamiento sociológico de linaje fascista. Así, una huelga general en ese marco ideológico que caracteriza a la peculiar democracia española actual podría considerarse como una gota de limón en el Océano Atlántico. Pero siempre será algo mejor que continuar saboreando el sabor de la canela en rama que le puso a la Monarquía del 18 de Julio el barman de la dictadura.

Conviene encontrarle a España un nuevo sabor, aunque sea tan leve como el que se le pueda notar a partir del jueves próximo. El sabor de la dignidad de la clase obrera. El sabor que siempre tuvo Asturias.

Lorenzo Cordero. Periodista.

La huelga del 62, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias (18-03-2012)

16 marzo, 2012

El ojo del tigre

A la huelga de la minería asturiana en la primavera de 1962, contemplada desde la perspectiva del medio siglo transcurrido desde que estalló el conflicto en el pozo Nicolasa, hasta el momento actual -tan ambiguo ideológicamente, como domesticado políticamente…- le conviene mucho que se haga un esfuerzo historiográfico para intentar no sacarla de su propio contexto histórico, y presentarla como si hubiera sido un golpe espontáneo y espectacular que la clase obrera asturiana por antonomasia -la minera- le dió a la todavía férrea dictadura que representaba aquel domador del gran circo nacionalcatólico llamado España y apedillado Unidad de destino en lo Universal

Aquella huelga de los mineros fue la respuesta más adecuada de un colectivo humano sometido al poder medieval de un régimen político tan soberbio como el que, durante cuarenta años, pesó como una losa del Valle de los Caídos sobre la sociedad española en general, y la izquierda española en particular. La primavera de 1962 señaló el principio del fín del sindicalismo vertical, la gran mordaza oficial con la que se pretendía silenciar a la clase obrera, hasta dejarla convertida en una masa amorfa y, sobre todo, disuadida de cualquier intento para rehacer el histórico movimiento obrero, que, en Asturias, había tenido un escenario excepcional en las dos cuencas mineras: la del Caudal y la del Nalón.

Hace cincuenta y un años -a mediados de 1961- habían empezado sus actividades sociopolíticas unas llamadas Comisiones de obreros en cada uno de los pozos mineros. Sus miembros eran elegidos, por sus compañeros, entre aquellos mineros que destacaban por sus inquietudes sociales y laborales, para que los representaran ante el poder empresarial cada vez que se planteaban problemas, en sus respectivos pozos, de higiene, de horarios, de destajos, etc… Aquellas primarias Comisiones de obreros fueron la célula madre del actual sindicato de clase Comisiones obreras.

Las huelgas mineras en los años 60 del siglo pasado fueron, principalmente, un estímulo para el intento de recuperar el movimiento obrero como columna vertebral de las reivindicaciones sociales y laborales de la clase obrera española. En el poder político de aquella España -cuya nave empezaba a rectificar sutilmente su rumbo totalitario, para continuar navegando, como hasta entonces, en el mismo océano de sus sueños imperiales…- todavía asusta la posibilidad de que la clase obrera pudiera recuperar el histórico poder político y social que tuvo en los años 30 -por ejemplo- del siglo XX. Ese miedo histórico al resurgimiento -por ahora, simplemente hipotético- del movimiento obrero es una de las principales herencias recibidas por la actual derecha mixta de la vieja cultura política que, con tanto celo, había difundido, durante tantos años, el integrismo españolista cuando se convenció de que la democracia orgánica, que, desde 1939, nutría ideológicamente al sistema de gobierno franquista, debía ser sustituida por una democracia sin aditivos.

La ya histórica huelga minera en la primavera de 1962, que tuvo una segunda y enconadísima parte en el mes de agosto de ese mismo año, no fue la primera ni la única de las huelgas de la mítica minería asturiana durante la dictadura franquista. En marzo de 1957, en el pozo María Luisa (cuenca del Nalón) estalló un serio conflicto laboral al declararse en huelga de brazos caídos sus picadores al retirarles los guajes -sus ayudantes fijos-, con lo que el trabajo del picador se incrementaba considerablemente sin que, a cambio, les aumentaran su salario. Esta huelga -conocida como la huelga del guaje– fue secundada inmediatamente por los mineros de los pozos Fondón y La Nueva. Al final se calculaba que aquel conflicto iniciado en el María Luisa había sido secundado por unos 3.000 a 5.000 mineros.

Este breve y somero repaso a unos concretos acontecimientos sociales -y, evidentemente, políticos- ocurridos a partir de la segunda mitad del siglo XX en Asturias, a pesar de las duras represalias que el poder empresarial y el poder político tan unidos ambos, que constituían uno solo e implacable, como ahora ocurre también, no debería quedar en un simple ejercicio de melancolía ideológica para la izquierda, sino en un acicate para recuperar (sobre todo, aquellos que lo tuvieron y lo perdieron…) el agudo sentido de la autocrítica política; precisamente, una virtud ideológica que parece haber sido erradicada de la inteligencia de la izquierda, suponiendo que la izquierda no haya desaparecido en Asturias en beneficio de la derecha.

Puestos a bucear en el pozo de la historia, no estaría de más recordar aquella tremenda boutade que, un día, le soltó a un periodista el general superlativo que, hoy, descansa de su ardor guerrero en la cripta de Cuelgamuros: La guerra de Marruecos tenía un aire romántico, un aire de reconquista. Esta guerra en Asturias es una guerra de fronteras: al otro lado están el socialismo, el comunismo y las demás fuerzas que atacan a la civilización para reemplazarla por la barbarie. Lo dijo Franco cuando había acabado de represaliar duramente a los mineros que habían protagonizado una huelga en el  año 1934. Reconozcamos que las huelgas mineras no son meros sucesos episódicos, sino la Historia misma de la Asturias contemporánea.

Lorenzo Cordero. Periodista.

Un cura demócrata, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias (11-03-2012)

8 marzo, 2012

El ojo del tigre

José María Díaz Bardales fue durante toda su vida sacerdotal -lamentablemente, no tan larga como el se merecía- un cura que siempre inspiró confianza y simpatía, no sólo en sus feligreses sino también entre aquellos laicos que, generalmente, más atentos a sus propias convicciones ideológicas, encontraron en él a un interlocutor generosamente tolerante, siempre comprensivo ante las opiniones ajenas y convencido de la necesidad de escuchar antes, para, luego, decidirse a opinar. Ideológicamente, se puede decir que el P. Díaz Bardales siempre estuvo más cerca de Jacques Maritain que de Charles Maurras. Por lo tanto, la doctrina de este último personaje que pontificaba sobre el origen divino de la autoridad, y que con tanto entusiasmo le abrieron un hueco entre sus dogmas los partidarios de la monarquía, nunca tuvo un sitio entre las ideas pastorales del cura de la parroquia de Nuestra Sra. de Fátima.

Este sacerdote riosellano, nacido en el seno de una familia rigurosamente cristiana, fue educado de acuerdo con los principios católicos de aquel tiempo -segunda mitad del siglo XX- e ingresó siendo aún un niño en el Seminario a impulsos de su precoz vocación personal. Al finalizar los estudios eclesiásticos, inicia el ejercicio de su condición sacerdotal en un momento en el que las ideas del Concilio Vaticano II constituyen un revulsivo social -incluso, político- para el país. La tradición nacional-catolicista empieza a eclipsarse después de haber iluminado intensamente los largos y duros años de una dictadura cuyo poder político -compartido por la mismísima Iglesia católica durante tantos años…- anquilosaba la sociedad española. El aggiornamento de la cúpula vaticanista eclesial activó la apertura de la sociedad, hasta entonces sometida a un integrismo político y católico, que la inmoviliza, y, de repente, se activa una renovación de la Iglesia; la cual, incita a la esperanza a la sociedad civil.

Para el P. Díaz Bardales esta apertura significó el triunfo de unos ideales que había ido acumulando lentamente a lo largo de un periodo de experiencias pastorales iniciadas, precisamente, en un medio social en el que el poder político había hecho -y seguía haciendo- auténticos estragos con el abuso de su autoridad y, en buena medida, con la complicidad de la Iglesia preconciliar. Ese escenario, en el que empezó a moverse profesionalmente, fue la Cuenca del Caudal. En la iglesia parroquial de San Juan, en Mieres, se encontró, por primera vez, con la tremenda realidad de una sociedad maltratada por el poder temporal, asistido -casi siempre- por el poder espiritual…

En San Juan de Mieres, junto con otros compañeros que iniciaban, también, su primer encuentro con la realidad pastoral, José María Díaz Bardales encontró en su párroco -don Nicanor López Brugos- algo más que un apoyo para sus convicciones: un maestro en el complicado arte de comprometerse con las clases sociales más humildes y más castigadas por el ominoso poder político de la época.

El fallecimiento de este cura demócrata le supone a la Iglesia en Asturias la pérdida de uno de sus más inteligentes sacerdotes comprometidos con Cristo. Este era el modelo ideal del hombre comprometido para el P. Díaz Bardales. Siempre decía que en Cristo había que reconocer al hombre con el cual merece la pena compartir sueños y esperanzas. Siempre reconocía la inmensa suerte que, para el ejercicio de su sacerdocio, le había supuesto la presencia, en la Archidiócesis de Oviedo, de Don Gabino Díaz Merchán. Mientras este ocupó su cargo, fue un estímulo para su vocación de servicio a la sociedad y un acicate para comprometerse personalmente con la feligresía.

Estaba convencido de que el secreto de un buen cura es que su actividad pastoral esté iluminada por la fe y acelerada por el amor al prójimo. Con estos dos elementos espirituales -fe y amor- aquel niño riosellano, que aprendió a leer y a escribir en un colegio de dominicas, para años más tarde, siendo un adolescente, iniciar sus estudios en el Seminario, emprendió un camino que acaba de interrumpírsele antes de darle tiempo para repasar los recuerdos de sus vivencias personales a la luz de su fe y al calor del amor al prójimo; todo ello, en compañía de los suyos y, sobre todo, de ese grupo de amigos íntimos, que fueron sus compañeros de clase, alumnos de una monjita a la que llamaban hermana María, con cuyo nombre crearon un grupo que simboliza su generación.

Estos antecedentes sociales del P. Díaz Bardales, inmersos en un ambiente mayoritariamente religioso, propio de una época en la que la Iglesia católica marcaba las pautas sociales a seguir, e, incluso, determinaba la conducta pública del poder político, nos permiten estimar con mayor exactitud el valor real de este cura demócrata, que pasó de unos inicios pastorales en una parroquia del Caudal -uno de los principales escenarios del movimiento obrero asturiano- a ocuparse de una parroquia en un barrio obrero gijonés; con lo cual, el P. Bardales se mantuvo siempre fiel a sus ideales sociales. Descanse en paz.

Lorenzo Cordero. Periodista. Cronista Oficial de Ribadesella.