Archive for 20 de enero de 2010

Democracia de arte y ensayo, de Lorenzo Cordero en La Voz de Asturias

20 enero, 2010

El ojo del tigre

En los años de la década de los 60, en el siglo XX, había más motivos que ahora para confiar en que la política activa, en aquel momento, dejaría de ser, a corto plazo, un tabú para los ciudadanos; incluso se podía pensar que las instituciones de gobierno se convertirían en unos funcionales órganos de participación política en vez de ser -como lo eran entonces- instrumentos de poder reservados únicamente para beneficio exclusivo de las élites del régimen. Aquellos años -de los que nos hemos alejado cronológicamente, mas no históricamente- permitieron que atisbáramos algunos fugaces destellos con leves intenciones democratizadoras; los cuales, nos permitían iluminar, en parte, la utópica esperanza que teníamos puesta en un cambio radical del régimen.

Aquella ilusionada perspectiva liberalizadora, que se vislumbraba en el horizonte apenas perceptible de aquel cerrado sistema político, que parecía estar perfectamente blindado contra cualquier contingencia antagónica que pudiera destruirlo o debilitarlo, se acrecentaba a medida que la mítica década prodigiosa de los 60 avanzada en el tiempo, abriéndose camino por entre una serie continuada de sucesos que nos parecían señales de un cambio imparable.

Recordemos, por ejemplo, el llamado Contubernio de Munich (1962), en donde un reducido grupo de notables disidentes del franquismo alzaron la bandera del europeísmo para liderar una oposición al régimen; el brote de la resistencia protagonizada por el movimiento obrero, que tuvo en Asturias unos de sus escenarios privilegiados (1962); la aparición de las encíclicas Mater et Magistra (1961) y Pacem in terris (1963), en las que se defendían los derechos humanos, la libertad de expresión y el derecho de asociación, así como también abrían ventanas al viento libre de las tesis del Concilio Vaticano II; la famosa Ley de Prensa de 1966, con la cual el régimen amagaba con liquidar la larga etapa de la censura previa y el control totalitario de los medios de comunicación, hasta entonces sometidos a la dura ley de 1938, inspirada por las normas del viejo nazismo.

Los 60 fueron un discreto atisbo de libertades y un alivio -duró poco tiempo- para quienes tenían por oficio el ejercicio de la libertad de prensa. Se le abría al periodismo político un resquicio -que, a veces, era una trampa- para que entrara por él una suave brisa que animara a esta ensimismada región a comprometerse con la necesidad de abrir un debate político sobre el Estado y el futuro de las libertades públicas. De aquella época, oscilante entre las sombras del poder omnímodo -y omnívoro- y la centelleante luz que iluminaba el ansia de liberación ideológica, muy pocos son los que conservan el recuerdo de una etapa en la que un reducido grupo de jóvenes periodistas que trabajaban en la pequeña Redacción de este periódico en la calle Gil de Jaz, en Oviedo, iniciaron una lúcida batalla mediática por la democratización de la sociedad asturiana.

LA VOZ DE ASTURIAS, a partir de 1965, fue un periódico que se adelantó a los primeros indicios de una posible prensa democrática y democratizadora, independiente del poder que disfrutaban los oligarcas del régimen; que dio abundantes muestras de su vocación de periódico abierto y crítico con el sistema dominante. Aunque algunos se incomoden, hay que decir que este periódico fue, en solitario, una avanzada de la democracia que parecía estar aguardando a que le abrieran la puerta; fue una plataforma mediática muy activa para quienes reivindicaban la democratización del Estado; fue un campo en donde se experimentaron las primeras pruebas de la necesidad de tener un periodismo claramente comprometido con las libertades, rechazando los maximalismos y obviando las insensateces sin pedigree democrático…

No era la primera vez que arriesgaba incluso su existencia para luchar en favor de la tolerancia y el sentido común. Desde su aparición en el mercado de las ideas (1923) -seis meses antes del golpe de Estado del general Primo de Rivera, que contaba con el beneplácito de Alfonso XIII-, ya había dado pruebas fehacientes de su vocación por las libertades.

Cuatro años después de que La Voz de Asturias liderara aquel solitario compromiso democrático, apareció la revista Asturias Semanal (1969) con su activismo ideológico en favor de las libertades. Ya eran dos voces con el mismo discurso. Pero aquella arriesgada aproximación a un periodismo abierto, libre, crítico, distante del compromiso con el poder, para La Voz duró tan solo veinte años. Hasta que un nuevo muro levantado por los aprendices de la intolerancia -en pleno régimen democrático- volvió a encerrarlo. Al parecer, esta democracia de arte y ensayo, con la que han vestido a la nueva Monarquía sincopada, también es incompatible con un periodismo libre de ataduras partidistas, ponderado en sus expresiones pero implacable con los nuevos oligarcas de la Transición. Conviene saberlo.

Lorenzo Cordero. Periodista.